Del telescopio de Huygens al Universo de Einstein

Continuando nuestro paseo por el mural astronómico, entramos en una época fascinante donde la astronomía se convierte en una ciencia llena de innovaciones. Empezamos con Christian Huygens, astrónomo holandés, quien diseñó en el siglo XVII el asombroso telescopio aéreo (168). Imagínense: ¡un telescopio sin tubo, solo dos lentes suspendidas con cables separados por varios metros! ¿Para qué? Pues para evitar aberraciones ópticas. Con este curioso aparato, Huygens observó los anillos de Saturno claramente y descubrió su mayor luna, Titán.

Al lado tenemos un peculiar calendario astrológico del siglo XVII (169). Aquí aparecen los signos del zodiaco colocados sobre partes del cuerpo humano. ¿Por qué? Pues antiguamente se creía que cada signo gobernaba una parte específica del cuerpo, y la salud se vinculaba a la posición de los astros. Aunque hoy nos cause curiosidad, ¡durante siglos esto fue tomado muy en serio!

Más adelante, un telescopio construido por el danés Olaus Roemer en 1690 (170), el hombre que por primera vez midió algo increíble: ¡la velocidad de la luz! Observando las lunas de Júpiter, Roemer notó que las señales luminosas tardaban más cuando la Tierra estaba lejos del planeta gigante. Con esto concluyó que la luz no viajaba instantáneamente, sino a una velocidad finita.

Y hablando de luces fugaces, aquí tenemos una imagen impactante del cometa Halley en 1910 (171). Ese año, la Tierra atravesó su cola generando gran expectación: muchos compraron máscaras anti-cometa, pensando que sería venenoso. Por suerte no pasó nada, pero fue uno de los eventos astronómicos más mediáticos del siglo XX.

Una curiosidad más: este dibujo (172) nos recuerda una ley básica: la luz y calor de los planetas varía según el cuadrado de su distancia al Sol. Cuanto más lejos estén del Sol, menos luz y calor reciben, ¡y el frío se intensifica rápidamente! Por eso Mercurio hierve, y Plutón se congela en perpetua oscuridad.

Ahora aparece el célebre filósofo francés René Descartes (173), autor del método científico. Curiosamente, también propuso un modelo heliocéntrico del Universo (174), con planetas que giraban alrededor del Sol empujados por una especie de torbellinos cósmicos. Aunque incorrecto, su visión impulsó a muchos científicos posteriores a buscar explicaciones más rigurosas.

Como ejemplo de rigor matemático, tenemos al matemático suizo Leonhard Euler (175), quien desarrolló teorías avanzadas del movimiento planetario y fue uno de los primeros en analizar seriamente la compleja órbita lunar, problema que tenía de cabeza a los astrónomos por su dificultad matemática.

Junto a él, el filósofo alemán Immanuel Kant (176), quien en el siglo XVIII propuso algo revolucionario: que esas nubes difusas llamadas nebulosas eran en realidad "universos-isla", o galaxias, similares a nuestra Vía Láctea, ¡toda una visión adelantada a su tiempo!

Y en el centro destaca William Herschel (177 y 178), músico convertido en astrónomo, quien descubrió en 1781 al planeta Urano, el primero encontrado con telescopio. Herschel también fue pionero en usar la fotografía en astronomía. Su telescopio gigante de espejos metálicos (177), aunque difícil de manejar, le permitió descubrir cientos de estrellas dobles y nebulosas desconocidas.

Su legado lo continuó su hijo, John Herschel (179), quien amplió y completó el famoso catálogo estelar iniciado por su padre, llegando a registrar más de 5000 objetos celestes.

Cambiamos a Francia con Pierre-Simon Laplace (180), astrónomo genial quien en su obra Mecánica Celeste (181) dio fórmulas precisas para predecir el movimiento de los cuerpos celestes. Laplace propuso la teoría nebular: nuestro sistema solar se formó de una nube de gas y polvo giratoria que lentamente colapsó en planetas, anticipándose más de 200 años a teorías actuales.

Seguimos en Italia con el sacerdote y astrónomo Giuseppe Piazzi (182), quien en 1801 descubrió accidentalmente a Ceres, el primer asteroide conocido y hoy clasificado como planeta enano. ¡Imaginen su sorpresa al encontrar un objeto nuevo moviéndose en la zona entre Marte y Júpiter!

A fines del siglo XIX, otro instrumento revolucionario aparece: el espectroscopio-telescopio (183). Este aparato reveló la composición química de las estrellas analizando su luz, y abrió la puerta a una nueva ciencia: la astrofísica.

En París, el físico francés León Foucault (184 y 185), en 1851, realizó un experimento elegantísimo con un péndulo enorme: el famoso péndulo de Foucault demostró visualmente que la Tierra gira sobre sí misma. También creó el helióstato (186), aparato que sigue el movimiento del Sol para iluminar laboratorios.

A su lado, tenemos un instrumento esencial para la navegación: el sextante del siglo XIX (187), usado para medir posiciones en el mar mediante estrellas.

Otra máquina llamativa es esta usada para demostrar eclipses (188), mostrando al público cómo ocurrían estos fenómenos celestes, que siempre habían maravillado y atemorizado por igual.

Avanzando hacia la espectroscopía moderna, tenemos al bávaro Joseph von Fraunhofer (189), quien descubrió líneas oscuras en el espectro solar (líneas Fraunhofer). Gracias a ellas conocemos hoy la composición exacta del Sol. Su trabajo fue extendido por Gustav Kirchhoff (190), quien con Bunsen comprobó que cada elemento químico deja su propia “huella” en el espectro luminoso.

Ya en el siglo XX, vemos los primeros aparatos de radioastronomía (191), con los que descubrimos un Universo invisible al ojo, emisor de ondas de radio desde galaxias lejanas.

Llegamos entonces al gran genio del siglo XX, Albert Einstein (192 y 193), cuya Teoría de la Relatividad General revolucionó nuestra visión del cosmos. Einstein demostró que la gravedad es la curvatura del espacio-tiempo provocada por masas grandes. El mural nos muestra visualmente cómo un objeto masivo, como una estrella, deforma el espacio a su alrededor.

Curiosamente, la ilustración (194) muestra cuánto recorre un punto de la Tierra en el espacio en apenas 12 segundos, recordándonos la sorprendente velocidad de nuestro planeta alrededor del Sol.

Ya mirando hacia el futuro, la audaz propuesta de una astronave de Ganswindt en 1890 (195), y el famoso cohete alemán V-2 (196), anticipaban viajes espaciales.

La siguiente imagen (197) nos indica algo impresionante: nuestro Universo visible se extiende ¡hasta diez mil millones de años luz en todas direcciones! Una distancia que apenas podemos concebir.

Finalmente, cerramos con dos telescopios emblemáticos del siglo XX: el famoso Telescopio Schmidt del Observatorio Monte Palomar (198), que fotografió cientos de miles de galaxias, y la impresionante estructura del Observatorio del Monte Wilson en California (199), en operación desde 1904, donde se descubrió la expansión del Universo y se midieron las distancias a otras galaxias por primera vez.

Con este recorrido hemos visto cómo la astronomía ha avanzado desde extraños telescopios suspendidos en el aire hasta modernos observatorios que nos revelan la inmensidad del cosmos. Este mural nos muestra un viaje increíble, recordándonos que cada nuevo descubrimiento nos acerca más a comprender nuestro lugar en el Universo. ¡Sigamos maravillándonos y explorando juntos!